miércoles, 30 de septiembre de 2009

La ciudad , la Revolución y el Amor

El joven camina entre multitudes errantes, empujones y golpes a la hora del abordaje, busca el lugar mas alejado de la puerta -pa´ no estorbar-. Sistemas de sonido se abren paso magistralmente, seguidos de vendedores de golosinas e “innovaciones tecnológicas”.

Pensaría en sacar aquel librillo de bolsillo, de no ser por el codo de esa mujer que pareciera estar esperando el mejor momento para asestar un golpe en el rostro del muchacho, "señor" ya le dicen los niños pequeños.

Recuerda la conversación con aquel boxeador, aquel día que se encontraron en el metro -Las mujeres que viven con hombres que les pegan, es por que les gusta o algo habrá de eso no crees mano- le decía aquel, a lo que el argumentaba el papel central que debe tener la necesidad, así como el papel que la mujer ha asumido y que se le ha impuesto en la historia, claro con sus notables excepciones ejemplares-hasta para los hombres-; lo que ambos acordaron es la falta de estima propia, de cultura y de educación que limita las posibilidades de acción de muchas mujeres en esa situación. Y ahora se pregunta si esta lógica pudiera ser aplicada a las clases populares mexicanas, que conformadas con un transporte publico de 2 pesos, se fletan viajes de 2 horas con la axila de un sujeto a 15 centímetros de la cara, empujones, golpes, y dos que tres mentadas de madres, y mejor ni hablar de los grandes logros del gobierno del Distrito Federal, con el metro-bus, donde te fletas lo mismito pero sumale 3 pesitos y frenones espontáneos de los conductores.

Ahora recuerda aquellos labios, caricias, sonrisas perfectamente asimiladas en un segundo de paz hundido en este caos consecuencia del orden establecido, el olor de la amada-amante, todo esto logra distraerlo del entorno... finalmente la mujer conecta el codo en su ojo, e inmediatamente pide una disculpa, a lo que este aturdido responde con un movimiento de la mano y mientras la gente baja del tren logra encontrar un espacio en la pared. Se fleta media hora mas de olores entre pensamientos ajenos en simados, “Que si el expansivo secretario de hacienda perdió el apetito” ...“Que si necesita una sudadera nueva para el fin del mundo”... “Que si el mismo cuento de nunca acabar de la política de eternos apellidos”... “Que si el país necesita un verdadero , ambicioso plan de desarrollo, por que con las reformitas y paquetes fiscales no mas no hay pa` donde”... “Que 2010 revolucionario” ... “Que si Juanito es una expresión de la cultura “fascista enmascarada” de los mexicanos”...

Finalmente al bajar del tren, el aire relativamente mas fresco le permite recobrar la claridad después de semejante trancazo, camina y cree ver la luna para descubrir con frustración que se trata de uno de esos faros de luz blanca. Llega al lugar de la cita a la hora acordada, sabe que ella llegar 20 minutos tarde, la conoce bien, o al menos eso cree. El pensamiento le vuelve a lo tópicos centrales de sus discusiones internas, las condiciones objetivas y subjetivas de la situación prerrevolucionaria, las formas de crear conciencia, la praxis diaria y los caminos y puerta abiertas al alma rebelde...

Finalmente la ve venir, la que le permite mantener la locura en niveles lo suficientemente estables para levantarse por la mañana y no huir de esta ciudad lo antes posible. Aquella imagen que atenuá viajes en metro, en pesero, en auto, que hace soportable clases, trabajos, conversaciones y recuerdos que se escurren en el pasado llevando consigo amistades, noches, amaneceres, atardeceres, victorias, derrotas, e historias retocadas para convertirse en auténticos “cuentos de hadas urbanas”.

La besa en la mejilla y le dice

- Sabes, creo que lo mas revolucionario en esta ciudad es el amor..-