viernes, 9 de octubre de 2009

Un canto

Un canto ofrendado al abuelo-maestro olvidado,
de ásperas manos, ojos y sonrisas sinceras,
de un pasado de milpas, obras y sueños sudados,
bajo el sol, eterno aliado, que relata las eras.

A una madre que ha conquistado carcajadas
con la mirada puesta al futuro de hijas e hijos,
que aunque todo pareciera adverso, esas horas trabajadas,
forjaron un porvenir, que se impone frente a sueños perdidos.

Al hermano que atento, en silencio, en un desierto robado,
escapa al hambre, y las balas de una mentira enmascarada,
que al ritmo de luces traidoras en la sombra cada paso es delicado,
para así encontrar un futuro, una suerte esperanzada.

Aquel que camina en la selva, donde la rabia es el pan,
cada mañana, donde los sentidos no descansan,
donde ahogados en la realidad, aún se atreven y cantan,
donde el ímpetu es tal que los sueños se rebasan.

Para el que sueña un mundo olvidado, un mundo nuevo,
que aprecia las estrellas mientras el cielo cae a pedazos,
y que sabe que el cielo renacerá, si de sueños se baña el suelo,
si de esperanza se bañan los sueños, las estrellas realumbraran los pasos.

Para ti que cada día es una batalla ganada,
que cada minuto un maestro, este tiempo,
respirado a un ritmo, que no te quedas callada,
que con tu voz desafiás al viento.


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